Mindfulness en la psicoterapia

En Occidente solemos girar en torno al problema, cuáles son sus causas, su historia, lo que produce y cómo solucionarlo, estancándonos en el pasado y en el futuro en el afán de intentar solucionarlo. Los orientales, por su parte, tienen la concepción de vivir en el aquí y ahora, pues sería desperdiciar el presente vivir en un pasado que no se puede cambiar o en un futuro que aún no es. Esta mentalidad podría asociarse a la influencia budista, la cual ha estudiado por 2500 años el mindfulness, teniendo como objetivo la atención y consciencia plena. Se trata de sincronizar la mente y el cuerpo con el fin de mantener la experiencia del presente sin ánimos de cambiarla para lograr autoconocimiento y genuinidad. Es aquí donde radica la importancia de la práctica del mindfulness en los procesos psicoterapéuticos, tanto durante la sesión como después de esta por parte del psicoterapeuta y del consultante, afectando la alianza terapéutica y el efecto sanador.

La herramienta principal de los terapeutas es la mente, siendo el autoconocimiento y autocuidado fundamentales. Esto dado que trabajan con el malestar ajeno, siendo fácil absorber dicho malestar debido a la empatía necesaria; lo que también puede vincularse con la sintonía y entonamiento implicados en las necesidades somáticas, vale decir, el emparejamiento de los estados expresivos y afectivos. Esta empatía tiene su fundamento biológico en las neuronas espejo que, a su vez, funcionan de manera bidireccional, es decir, el cliente y el psicoterapeuta pueden “contagiar” sus habilidades y recursos en el otro. De este modo, por un lado, los psicoterapeutas necesitan una protección ante ese malestar y conocerse a sí mismos, siendo la meditación muy beneficiosa para ello; y por otro lado, el consultante también la requiere, ayudándole así a conocerse y a aliviar su malestar que lo lleva a consultar. Dicho de otra manera, la meditación constituye una medida de autoconocimiento y autocuidado.

En el caso del cliente, el autoconocimiento le sirve para reconocer sus recursos a potenciar y necesidades a atender, también logrando claridad para expresarse y una comunicación más genuina. Incluir una meditación en la sesión psicoterapéutica ayuda a percibir el estado mental y corporal, en otras palabras, la disposición que se tiene para ese encuentro, tributando a que se tomen medidas en función de las necesidades que el consultante note y fomentar un autocuidado.

En cuanto a la práctica meditativa luego del encuentro, sería de gran ayuda para la relación con uno mismo. Se trata de observar las sensaciones después del encuentro para, nuevamente, ser atendida y ejercer el autocuidado. Para esto ambas partes se cuestionan “¿quedé cansada?”, “¿quedé con energía?”, “¿quedé triste?”, “¿quedé alegre?”, “¿quedé enojada?”, “¿quedé indiferente?”. Estas respuestas responden a una necesidad que luego de ser atendida, otorgaría autoconocimiento, autocontención y alivio.

La alianza terapéutica es un factor muy determinante para que exista un efecto terapéutico, por lo que es de suma importancia que el psicoterapeuta entregue seguridad y contención, sea accesible y receptivo emocionalmente, muestre una entonación corporal-afectiva, reconozca y comprenda al otro, y sepa leer el lenguaje verbal y no verbal del consultante. Debido a esto cobra relevancia el mindfulness en el ámbito de la relación terapéutica: ambos deben experimentar el momento del encuentro sin intentar cambiar o corregir las sensaciones, y sentir que el otro los siente para sentir una conexión. Por una parte, el consultante práctica la atención plena para darse cuenta de su necesidad y comunicar genuinamente; y por otra, el psicoterapeuta vive el momento de manera plena para ejercer el intercuidado de manera efectiva.

El mindfulness resulta un componente importante para sanar y para prevenir el malestar. Practicarlo durante el encuentro refuerza la relación terapéutica y la conexión con uno mismo, pudiendo tener una conexión y comunicación genuina con el otro de vital importancia para sanar. Así, el cliente y el psicoterapeuta son capaces de darse cuenta de sus necesidades y tomar acciones acorde a ellas, aliviando, previniendo o apaciguando el dolor o sufrimiento, ejerciendo el autocuidado. Estar en el presente y darse cuenta también nos vuelve más perceptivos frente a lo que le ocurre al otro, siendo más asertivos y logrando así un intercuidado.

Nota:

Antes de comenzar la sesión, tómate unos momentos y obsérvate. Pregúntate: ¿Cómo me siento? ¿Qué siento? ¿Dónde lo siento? Intenta permanecer con tus sensaciones y observa tu respiración. Durante la sesión también intenta mantener esta conexión y estar atento/a a tus necesidades, para luego comunicárselo a tu psicoterapeuta. Al finalizar la sesión focaliza tu atención en ti y piensa: ¿quedé cansada? ¿quedé con energía?  ¿quedé triste? ¿quedé alegre? ¿quedé enojada? ¿quedé indiferente?. Según tu respuesta ante todas estas preguntas, presta atención a las necesidades que puedan aparecer y atiéndelas. También puedes aplicar esto en el día a día.

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