La semana pasada recibí una triste noticia. Uno de mis ex pacientes había fallecido.
Mi primera sensación fue de duda. ¿Será quien estoy pensando? ¿Me habré confundido de apellido? ¿Quizás es otra persona? Al mismo tiempo, una parte de mí sabía que era muy poco probable que me confundiera con el nombre de un paciente. Era él, pero no quería que alguien a quien le tenía mucho aprecio ya no esté en este mundo.
La muerte no es una noticia fácil de tragar. Es un trago amargo que nos deja mudos, incrédulos y en ocasiones nos quema.
Etapas del Duelo
Mi primera reacción frente al fallecimiento de mi ex-paciente, se denomina “incredulidad” o “negación” y es la primera de cinco etapas del duelo descritas por la psiquiatra Elizabeth Kubler-Ross. Las otras etapas son rabia, negociación, depresión y aceptación.
La siguiente etapa es la ‘rabia’. Nos enojamos con la persona que ya no está por dejarnos solos, por morirse en un tiempo inadecuado, por no estar preparados. O, nos enojamos con quien nos da la noticia, con quien no le da el peso suficiente. O, rabiamos con los trámites que hay que hacer, etc.
En mi caso, la rabia tomó la forma de la sensación de injusticia. Qué injusto que te mueras después de haber cambiado tanto y de haber logrado tus metas – al menos las que yo alcancé a conocer.
“Era una persona mayor”, “ahora está con sus seres queridos”, “me alegra haberle conocido y haber sido parte de su vida”, son las frases que han venido a mi cabeza y me ayudan a negociar con el duelo.
Estas frases nos ayudan a sopesar lo trágico de la muerte con el consuelo de otros elementos. Quizás en tu caso, has dicho frases como “ya no está sufriendo” o “se fue sin dolor”. También nos ayudan los buenos recuerdos, las enseñanzas y el cariño que nos queda. Por ejemplo, en una entrevista el actor Andrew Garfield decía que todo el dolor de perder a alguien le recordaba todo el amor que quedaba por entregar.
La cuarta etapa, la depresión, es ese momento en que conectamos directamente con el dolor de la pérdida. Es absolutamente normal estar un poco deprimido cuando perdemos a alguien. Nuestra energía se repliega hacia nuestro mundo interior donde habita el recuerdo del otro y nuestras emociones. La energía baja un poco y la pena nos conecta con el dolor.
Finalmente, viene la etapa de aceptar que el otro ya no está. Aceptar no implica que está todo solucionado y tal como antes. Aceptar es como llevar una cicatriz. Un registro de que dolió o aún duele, pero que la herida ya no está abierta. Me duele que hayas partido, pero te llevo en el corazón
Seguir viviendo cuando el otro ha partido
El primer duelo que viví es el de mi Tata Lucho cuando tenía 9 años. Y la sensación que más recuerdo de ese momento es la de no entender nada.
Con mis ojos de niño veía como todos participaban de una extraña coreografía en la que cada uno sabía su lugar. A ratos rezaban, a ratos lloraban, a ratos reían, a ratos comían, luego volvían a llorar.
Hoy comprendo lo importante de esa ‘extraña coreografía’. Hoy me ha tocado ser parte varias veces de esa coreografía.
Es importante que puedas vivir el duelo desde el ritual que más te haga sentido a ti y tus seres queridos. Para algunos el funeral no es lo más importante, sino escribir una carta, rezar, ir al cementerio, hacer un altar en la casa, hacerse un tatuaje, etc.
Los rituales nos ayudan a canalizar nuestra energía y emociones en actos simbólicos. Nos ayudan a ordenar el proceso y también a compartirlo.
También es importante darle espacio a la conversación. Ser escuchados atentamente y, sentirnos comprendidos, siempre alivia un poco el dolor.
Finamente, el psicólogo David Kesller agrega una sexta etapa al proceso de duelo: la búsqueda de sentido. El dolor es más fácil de llevar cuando podemos darle un sentido o valor a esa experiencia. Por ejemplo, en mi caso el dolor del fallecimiento de mi ex-paciente me conecta fuertemente con el sentido de la clínica, el porqué me dedico a esto, por qué sigo estudiando y enseñando acerca de esta profesión.
Duelo y psicoterapia
¿Deberías ir a terapia si estás pasando por un duelo?
A veces hablamos de duelo patológico, cuando un proceso de duelo interrumpe gravemente nuestro funcionamiento habitual, sin poder recuperarnos tras un par de meses.
Si tras un tiempo no has podido encontrar rituales, herramientas o personas que te ayuden a lidiar con el duelo; o, si sientes que estás sobrepasado y que no puedes recuperarte por ti mismo, entonces quizás sea bueno consultar con un profesional.
¿Qué pasa si no estoy gravemente afectado? ¿Puedo ir al psicólogo de todos modos?
Por supuesto que sí. Los terapeutas estamos para ayudar tanto en procesos patológicos como en no patológicos. Quizás necesitas un terapeuta para ayudarte a ordenar las ideas, chequear como estás actualmente, profundizar en alguno de los aspectos del proceso de duelo, desarrollar alguna habilidad emocional o personal, etc.
Conclusión
El duelo es un proceso completamente normal tras la pérdida de un ser querido. Es normal también pasar por momentos de incredulidad, rabia, negociación, dolor, aceptación y búsqueda de sentido. En general podemos sobrellevar los procesos de duelo a través de nuestros rituales y la compañía de quienes nos quieren bien. Pero, hay veces en que nos vemos afectados por el duelo por más tiempo o con mayor gravedad de la que quisiéramos.
Siempre puedes pedir consultar con un psicólogo para ayudarte a entender o procesar el duelo, pero es muy importante que consultes si sientes que te ha superado.
Felipe Concha.
Linkedin
Psicólogo Clínico, Universidad de Chile.
Magister en Psicología Clínica de Adultos.
Diplomado en Psicoterapia Humanista-Experiencial.
Instructor de método Alba Emoting.
Director de Centro Árbol, área de Formación Clínica.